miércoles, 21 de enero de 2009

Por fin

Me acerco al borde del acantilado y miro al horizonte. El viento se lleva los últimos jirones de niebla y me dejan ver la luna en todo su esplendor. Me doy la vuelta y oteo la linde del bosque. El sendero por el que he venido se ha escondido entre la maleza.

Vuelvo a mirar al mar. Las aguas ondean mansamente a lo lejos, pero las olas se baten con fuerza contra las piedras desprendidas. Miro el reloj. Las doce menos diez, ya queda poco. Me agacho y dejo sobre la hierba el sobre cerrado. Nadie tendrá que preguntarse por qué lo hice, solo tendrán que leer mis escuetas líneas. Acaricio la goma de mi muñeca izquierda y la retiro suavemente. Me la llevo a los labios y susurro unas lúgubres palabras que la brisa se lleva al instante.

Me aproximo al borde hasta que las puntas de mis pies sobresalen de la tierra. Alzo la mirada hacia el cielo. “Te veré pronto”. Contemplo por última vez el mar. Cierro los ojos y extiendo los brazos. Noto el latido de mi corazón en los oídos. Debería estar muerta de miedo.

Sonrío para mí y me dejo caer. No siento nada. No hay odio, no hay dolor y la tristeza va desapareciendo paulatinamente. Abro los ojos justo antes de chocar con el agua. Me hundo poco a poco. La oscuridad se cierne sobre mí. “Ahora todo está bien.”

1 comentario: